Mientras un guardia tiene sólo cobertura de vigilancia sobre el entorno cercano en que se encuentra, dependiendo, además, de la configuración de edificios o dependencias, un operador de CCTV tiene cobertura simultánea sobre varios sectores (en especial perimétricos), dependiendo de la cantidad de cámaras disponibles.
Mientras un guardia en terreno está expuesto a acciones sorpresivas e intimidatorias (incluyendo eventual agresión), cuyas consecuencias significan pérdida total de la seguridad, un operador de CCTV está inmune a ello, manteniendo el control de la situación, tanto en la prevención como en la reacción.
El costo del servicio debe considerarse como una inversión (y no un gasto) y su valor es significativamente menor que la del recurso humano, pudiendo generarse un ahorro aproximado de un 70 % (homologando los tiempos de ambas alternativas).
En caso de emergencias de todo tipo, el operador puede mantener contacto permanente con los organismos alertados, describiendo los hechos que observa en las pantallas y ayudando a una reacción más coordinada y efectiva, sin riesgo para él.